Decidí no
ser yo,
porque así es
mejor ignorarme, y a la vez, ignorarte.
Porque
cuando no soy yo, quererte no es más que una idea distante.
Decidí no
ser yo, para no tener que buscar ni armar nuevos pretextos para no mirarte.
Pues estos otros ojos te miran indiferentes, sin encontrar ese brillo seductor
en los tuyos como harían anteriormente.
Decidí no
ser yo para eliminar tentaciones. Porque de esta manera, nada se derrite ni se
transforma: los escalofríos se calman y las palabras entrecortadas se esconden.
Decidí no
ser yo, para no tropezar con el conflicto de no saber si dejar de hablar o
mejor besarte.
Decidí no
ser yo como parte de este plan desesperado para no pensarte. Porque extrañarte todo
el tiempo, a momentos tiende a volverse sofocante.
Decidí no ser
yo para dejar en paz mis tantas preguntas sin respuesta. Para por fin sentirme
endemoniadamente libre de tu recuerdo, de las caricias de tu aliento y de tus
besos en el cuello.
Y por
último, para ser honestos, decidí no ser
yo para no tener que olvidar nada. Porque al no ser yo, los sentimientos que
tengo sobre todo lo que cuento, me son ajenos. Decidí no ser yo para que seamos
desconocidos de nuevo, para componer otra historia, y para que esta vez, quiera ser
yo a cada beso y a todo momento.