miércoles, 30 de diciembre de 2015

Razón incognoscible


¿Con qué derecho apareciste en mi vida?
Con qué derecho mantuviste tu mirada fija en la mía,
preguntaste mi nombre, tocaste mi piel por accidente
y decidiste darme de tus horas para detener el presente.

Con qué derecho caminaste a mi lado,
se contaron secretos nuestras manos
y me hiciste perderme en tus brazos;
dibujaste en mí las mejores sonrisas
para terminar enredado en mis labios.

Con qué derecho te hiciste cotidiano,
mi mejor pensamiento diario,
recurriendo siempre al mejor recuerdo
de tu voz en mi cuello susurrando
que cada noche podríamos encontrarnos
en el más pasional y libre escenario
de escalofríos que avanzan despacio,
desmesurados desde el primer contacto,
haciendo suyos todos los espacios.

Con qué derecho llegaste tan lejos,
a la inevitable sensación de mi centro,
cuando apareces en una conversación,
en facciones casuales, en cualquier canción
o entre párrafos que alguien más escribió.

Con qué derecho desapareces de a ratos,
condenas y transformas como hacen los años
los lugares donde ya no estás,
donde me sostuviste con mayor fragilidad,
cuando el sol pareció alumbrar un poco más
hasta perderse tu silueta en el mar de ciudad.

Y al final, con qué derecho te vas,
cómo pudo tu imaginación llegar a pensar
que podría yo encontrar algo similar
a tus gestos imperfectos, a tu voz de terciopelo,
a la intriga de tus dedos recorriendo mi cuerpo.
A compartir tus silencios y romperlos sin hablar,
a escuchar una melodía al ritmo de tu palpitar.

Con qué derecho te desenredaste de mi boca,
de mis letras, de mis sueños,
de mi cabello y de las yemas de mis dedos
que desde hace mundos enteros ya no te tocan.
Las que ahora acarician el viento,
y al mecerse con él al igual que mi corazón se preguntan
qué habrá sido de quien creó las leyes del ser humano,
que le dieron la libertad de sentir y a la vez de perder tanto.
Quieren saber si él, como tú, habrán escapado;
él de sus ideas, de su más craso error e irreversible acción;
y tú, de mis manos, de mi sonrisa;
pero no de mi poesía.

Con qué derecho me besas
y después jamás regresas.






miércoles, 9 de diciembre de 2015

Navegando en la duda

Quiero consultarlo primero con la almohada, dijiste. Obviamente no estuve de acuerdo, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Me hubiera encantado ofrecerte mi pecho para que descansaras tu cabeza sobre él y junto con el sonido de sus latidos viajaras por un mundo onírico en el que no tuvieras que tomar "esa" decisión. Demasiados hubieras en una misma idea.

Me pregunté qué pasaría si cambiaras de opinión. Si la duda se apoderara de tus argumentos; o si, quizás aún peor que eso, te liberara de todo miedo y te hiciera quererme menos, irte lejos, empezar desde cero.

Quisiera entonces poder ir contra mis sentidos, llevar tu libertad de la mano, quitarle la venda a la justicia y cubrir tus ojos con ella. Para tenerte siempre cerca e inventarle un camino a tus pies descalzos, para evitar la distancia y sus posibles daños.

Pero si eventualmente decidieras comenzar de nuevo, me gustaría que me encontraras en la sonrisa de algún desconocido sentado en el Café del Centro, que me recordaras cada vez que el viento te despeine con mi recuerdo, espero que en las noches al cerrar los ojos y ver los míos sueñes con la vida a mi lado, y al despertar cada mañana te haga falta mi calor en tu lecho.

Espero que te acostumbres al sonido de mis pasos detrás de los tuyos vagando, esos que no quiero dejar pasar de largo. Los que deberían detenerse en medio de la gente, de cualquier espacio, sólo para frenar el tiempo y sentirte entre mis brazos.

Desearía no tener que imaginar cómo sería perderte gota a gota, así, tan despacio. Ver cómo se hunde tu risa y esa perfecta sonrisa que me diste en marzo. Y que el mar no siga el ritmo de mis olas al rozar tus labios; mientras el sol se olvida de los tonos de tu piel y los irradia con otros nombres al amanecer.

Y al mismo tiempo me gustaría que así fuera. Que te dejaras acariciar por otros dedos, que otra boca recorra cada centímetro de tu cuerpo, que te erice la piel una voz con otro acento, y que pienses en mí y sepas que estoy en esa cama, en ese preciso momento, en el más secreto de tus anhelos, profundo, despacio, inmóvil, espiando, seguro de que mi nombre acaricia tus labios y coquetea con tu aliento.

Que se detenga el tiempo y se frene el viento. Que nuestros latidos retumben al unísono en tu pecho, y mientras dibujas una sonrisa en el cielo se te escape la pañoleta del cuello y rehaga tus pasos hasta volver a mi lado, trayendo consigo los aromas de marzo, el sudor de tu cuerpo acalorado y la respuesta a esa pregunta que aún no has contestado.

Y aunque así pasen el amanecer o los años, o así llegue el día en que tus caricias se agoten en todos los espacios; mi esperanza posee aún un dejo de razón y tendrá que alimentarse de algo más que de la locura que encontró en tu cintura. Podrá ser entonces que una mañana me encuentre a orillas de la cordura, cansado de seguir navegando en la duda.

No pretendo que me extrañes ni que pienses en mí en todo momento, tampoco espero recibir postales que no merezco; tan sólo quiero que en tu mente viva mi recuerdo como eso que ahora somos, algo más que nada, pero menos que todo lo que, de haber descansado tu cabeza en mi pecho y haberme dejado tomar tu mano, quizás ya nunca seremos.








Gracias inmensas, Rafa Gómez, por combinar tus palabras con las mías y darle vida a esta historia que escribimos en no sé cuántos días. Valió mucho el tiempo de espera en que llegó la inspiración para poder unir así las letras.

Un abrazo enorme,
Ren.

Y a ustedes, lectores, los invito a que se busquen en las historias de Rafa, o que dejen todo el miedo y se pierdan un poco más, hay mucho que encontrar.

http://rafagomz.blogspot.mx/




viernes, 27 de noviembre de 2015

Quebranto

Azotar las puertas no servirá de nada.
A través de ellas no pasará la calma;
excepto que escapen las paredes,
que separen sus aristas y proclamen su independencia
para dar lugar a habitaciones abiertas.

Liberar fuerza no dejará de esclavizar el sentimiento.
Romperá la llave del grifo con las manos atadas,
inundará el vacío para acercarse al suicidio.
Para eliminar sospechas y disolver las huellas
del único que quiso ser autor de homicidio.
Se desbocará toda la culpa de un caso que no se cierra
para dejar como única víctima a la inocencia.

Habrá que tragarse el corazón de vez en cuando
para que tiemble menos y grite hacia adentro,
y lo escuche todo el cuerpo pero no el viento.
Servirá convencerse de la mentira eterna
de que es temporal el sufrimiento.
De que se transforma la materia,
que nada se destruye por completo.
Pero si la ciencia involucra lo que hay dentro,
sus leyes y tanta teoría pierden todo peso,
credibilidad, masa y su propio suelo.

Respira, respira, respira.
Hasta el día en que extrañarte sea una pérdida de tiempo,
de silencios, de mares y recuerdos.
Echar de menos al extraño que ya no vive en tu cuerpo.
Ese desconocido que me llenó el alma y dejé en silencio,
con la mano extendida y el corazón abierto.
Porque nos faltó tanta valentía como argumentos;
a mí y a ella, jugando con analogías,
con seria poesía, construyendo contigo versos.
Y miro su pasado, mis cicatrices recientes y su duelo;
y aunque lo piense ahora, no lo entiendo.

Pero no la juzgo, no protesto.
Acepto que ella y yo éramos otra,
Que hasta los errores se han hecho pequeños
pero que algunos pesan más llevándolos dentro,
con raíces profundas, aquí en el pecho.

Pero estaremos bien,
puliremos la esperanza de que estaremos bien.
Y que, aunque no te encuentre otra vez,
las posibilidades de sonreír, de ser feliz,
están por ahí, volando.
En una realidad donde viviré de a ratos.
Donde sea, donde quiera y cuando
ella y yo queramos.
En el momento que sea necesario
y el ayer se acepte a sí mismo como eso:
ayer, no presente ni ilusiones recurrentes.
Ayer, y nada más que pasado.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Ilusión

Esta tarde te encontré en otras facciones.
En esa piel blanca, en una boca tan cercana a la tuya
y casi en sus mismas palabras.

Pero esos labios hablaron con una voz
que no era tu voz.
Y esos ojos me miraron con otra mirada
que no es con la que me miras tú.

Y mi corazón por un instante se detuvo,
mi mente tu nombre sostuvo, y suspiró.
Y en el aire de ese latido,
escapaste un poco tú.





Hoy no.

Si quisiera olvidarte hoy,
tendría que olvidarte mañana,
y quizás por varias semanas.

Tendría que concentrarme
en pensarte menos,
en inventarte incierto;
desconectar tu nombre
de mis recuerdos.

Y, sinceramente, no creo tener el tiempo
para borrar tan pocos besos
y tus dedos en mi espalda.
Dejar sueños bajo párpados
y sábanas intactas.

Así que, tal vez, si me da la gana,
intente olvidarte otro día
o en otra vida:
antes de encontrarme tu mirada
o perderse tu boca en la mía.




jueves, 15 de octubre de 2015

Presente

Decidí que sí.
Que sí te quiero.
Y no sé bien en qué momento,
pero creo que fue mientras dormía.
Quiero que caminemos juntos al perder el sueño.
Que me cuentes por qué la querías y qué se salió de tus manos.
Quiero saber cómo encendiste la luz en medio de esa pesadilla,
cómo te deshiciste de la soledad infinita
mientras estás hoy conmigo, aunque aún no encuentres otra salida.

Decidí que puedo ser lo que quieras que sea,
sin dejar de ser yo, sin saber lo que dicen de mí tus ideas.
Quiero que sepas que tengo tantas páginas como tú tinta en tus venas.
Que me encantaría que escribas en ellas lo que te sobre, lo que ya no quepa,
lo que se desborda de los días que dejaste atrás
pero llevas a diario en tu cabeza.

Quiero que preguntes lo que sea.
Que me dejes tomar mi tiempo para darte una respuesta,
una que se acerque a lo que te diría si las caricias lo hicieran.
Quiero que sigas aceptando tu inseguridad, la mía y la indecisión plena,
que tus dedos recorran las paredes a ciegas
hasta que se deslicen por alguna puerta
y me encuentres tras una de ellas.

Quiero que no surjan dudas.
Que me dejes observarte mientras caminas, mientras hablas;
al tiempo que el presente me intenta explicar,
lograr trazar un mapa mental
con todos los pasos que tuve que dar
para poder llegar a este preciso lugar.

Y que, entonces, nada quiera cambiar:
ni la canción que cantas ni el tono en el que estás.
Porque ya conozco del destino un poco,
de la noche, de sus rostros, del sol y el de tus ojos.
Sé que mañana podré amanecer en otra sonrisa
siempre tan distante y similar a la tuya que,
al menos en mi mente,
podré llamar mía cuando la recuerde;
así como la mía, cuando lo decidas,
fugaz podrá pertenecerte.



lunes, 12 de octubre de 2015

Universo

Siento que despego.
Mi nave no lleva nombre pero no viajo sola.
Desde siempre he esperado este momento y quizás no lo supe nunca.
Y, aunque no sonrío, no siento miedo.
Es una emoción que lo supera todo,
que toma el lugar del aire en mis pulmones
conforme salgo de la atmósfera,
al perder de vista la Tierra.

Ya no sé si me acerco o me alejo de las estrellas.
Sé que me rodean, me gritan sus luces, brillan más alto,
acarician vacíos del fondo negro cada vez más despacio.
¿Qué pasará si no estoy lista para tocar una de ellas?
Si mis dedos se funden en su luz, si ya no recuerdo quien era
cuando mis pies tocaban el suelo,
cuando no sabía de tu existencia.

Pero ya sólo quiero pensar en eso, en que vuelo,
en que la gravedad es libre y que nada de esto es un sueño.
Y sin apenas moverme, al olvidarme de todo, floto al lado tuyo.
Cierro mis dedos alrededor de tu pelo,
mi respiro se frena en tu cuello.

Y dejo tus colores como último recuerdo
por si lo encuentro todo o si colapsa mi mundo.
Por si nace otra galaxia en sólo un segundo,
o si antes de eso nos volvemos nada.

Y si nos olvida el tiempo y ya no somos polvo
ni luz ni fuego, hidrógeno ni partículas de cielo;
que sea ahora, mientras te beso,
dentro de tus ojos, en medio del firmamento.






domingo, 20 de septiembre de 2015

Hiriente inocencia


"Hola."

El mensaje que leo sin leer, y que podría dejar así no sé cuántos más.
Y, sin embargo, lo vuelve a hacer. Pasa un mes, o más, o menos, y me escribe otra vez. Un saludo que no planeo responder. No sé por qué, pero no lo haré. 
Mi interés está tan volado porque no ha sido creado, que no siento la más mínima culpa de dejarlo así, inmóvil. Como si una voz en medio del bosque pronunciara un nombre en voz alta y ni el eco lo escuchara. 

Y aunque no me importe, me parece inútil. Mientras mi cerebro trabaja, otras ideas se generan en la acción de encontrarle sentido a su palabra continua, a su saludo ciego, ya predestinado a ser ignorado; teniendo ese pequeño destino en mis manos.

Qué imbécil, qué perdida de tiempo que quizá le sobra. 
Llevo ya un par de años sin verlo, aunque nunca hemos sido parte profunda de la vida del otro; apenas pienso en algunos adjetivos que describan la superficie que recuerdo de él. Pero da igual, no importa, no me importa. Lo escribo así, con claridad, sin dobles intenciones y sin otro sentimiento más que honestidad.

Pero si tuviese yo el tiempo o la voluntad para discutir sobre un tema tan irrelevante y pasajero como éste, me tomaría un momento para discutirlo contigo. Claro, si tuvieras tú el tiempo o la voluntad de querer saber porqué hago yo lo mismo contigo.

Si quisieras comprender si es más estúpido lo que hago o si lo opaco con mi resignación al descuido. Si es que, como yo, no supieras por qué sigo tocando a la puerta del departamento vacío donde volaste conmigo a cielo abierto y sin apenas destender tu cama. Si acaso te preguntaras por qué seguiré llamando al número que ya dejó de ser tuyo para no decirle ni una palabra al buzón que, desde hace tiempo, ya rebosa de mis mensajes de voz. Y tu voz, tu voz, que automáticamente me dirá lo que ya sé, que estás ocupado, que me dará la última opción de "...deja de llamar si te has equivocado."

Aunque, después de todo esto, no tendría que pensar en explicaciones ni argumentos y cancelaría entonces por completo la idea de una conversación como esta. Pues comprendo perfectamente la actitud masoquista y tonta, avergonzada y esperanzada, que intenta aceptarse a sí misma al manifestarse; aunque no la escuchen, no la vean, no la sientan: aún peor, ni siquiera la ignoren.

Pero aún me quedan otras alternativas, confío en que la música vivirá un par de años más en tus oídos y bailará en tus emociones. Que habrás de recordar aunque sea la primera letra de mi nombre cuando mires esa película, donde el nombre de la protagonista lleva esa primera y las cinco consecuentes.

Espero también, un poco, tal vez, que los espejos que mires te recuerden a estas dos esferas que ya no te reflejan desde hace un largo ayer. Donde los colores y tonos de nuestros ojos se decoloraron y atravesaron la piel, que la recorrieron recolectando tus lunares pero se rindieron antes de llegar a tus pies. 

Qué idiota ese afán de hablarle a la pared. De abrazar cuerpos fríos, de besar el vidrio, de hacerlo añicos y querer volver a hacerlos copa para beber.

Beber, reír, beber, y olvidarte otra vez.






"De vez en cuando estás tú
entre mis letras, entre mis labios,
entre mis nubes y entre mis piernas:
Negando tu inocencia."

lunes, 7 de septiembre de 2015

Tenerte

Recuerdo, te miro y me miro.
Reconozco una sonrisa que en mí no había visto,
que comenzó en mi cabeza y se extendió por todo mi cuerpo.
¿Quién es ella? No sé, pero me acostumbré a sus nuevas ideas.
A su manera de ser, de hablar, de reír.
A sus pausas, a sus pasos y a sus sentimientos descalzos.
A ignorar el frío y a querer sus cambios.
A ver de lejos tus reflejos en ella
y a no hacer más que quererlos cerca.

Me convertí en otra cosa, en otra alma, en otra existencia.
¿Sabes cómo se recuerda lo invisible?
Lo que a simple vista no se observa,
que se queda en la piel al más leve contacto,
a cada beso sin otro color
más que el del amor.

No te guardo en otro lugar más que en mi piel desnuda,
en el estado más claro y profundo que fui a tu lado.
Ya sin bolsillos, sin flores ni materia.
Sólo en tu olor, en nuestra música
y en el sonido de quererte.
(Nunca creí mucho en la suerte)

Te llevo en tus palabras y otro poco en las mías,
que llegaron a ser las mismas.
En las miradas efervescentes y
en mi cobardía de apartar la vista,
para no verte de frente y después volver a perderme.

Te guardo aquí, en mi poca cordura,
cuando entre sueños todavía rodeas mi cintura.
Encendiendo esta sonrisa que entre mis labios sabe tan tuya,
y que podría dormirse fácilmente aunque ya no despierte.

Ahora sigo sin saber bien qué tan a ciegas
avanza esta enfermedad llamada tiempo
que dibuja y borra líneas;
pero esta vez no son cicatrices,
pues no dejó ninguna de ellas.
No dejó más que lo que te cuento,
que eso ya lo es todo: manos, labios, tú por completo.
Aún sin el millón de besos que quedaron en el aire,
que volarán hasta el momento de volver a verte,
de volver a pensarte, a tenerte
o a perderte.

martes, 25 de agosto de 2015

Caer hacia arriba

Y creo entonces que, pensándolo bien,
lo peor que podría pasarte al saltar al vacío
sería que el aire se esfumara.

Que la gravedad te rebotara,
que no sientas nada.

Que la adrenalina no exista,
que no te falte el aire,
que no caigas,
que no te pierdas.

Pues si decides lanzarte,
el mayor daño a sufrir
sería no enamorarte.

lunes, 10 de agosto de 2015

Libre

Ingenua, perdida.
Creyendo todavía
en decisiones que no se toman, que existen por sí mismas.
Queriendo controlar su momento para volar, para olvidar.
Para decirle que no a la emoción que ya no es posesión, que ahora la posee.
Cuando en el fondo sabe que, desde que salió de noche,
al dejarlo todo y al abrigar su corazón,
ya no sabría volver,
ya no querría volver.

Ya no tenía nada que perder.

jueves, 23 de julio de 2015

De lejos

Le dije que estaba bien, que continuara.
Que hiciera lo que le viniera en gana si su emoción así lo ameritaba.
No me opuse, me convertí en nada.
Su camino quedó expuesto y, con él, sus ganas.
Su insaciable objetivo inexistente,
sus manos que quieren asirlo todo sin haber sido tocadas.

Le abrí la puerta que él mismo inventó y le dije que volara.
No como orden ni sugerencia, pero sí como quien lee las conciencias,
lo que dictan, lo que gritan y que a veces callan.

Que sus pies vayan a donde quieran
y que sus palabras las escuchen mil oídos.
Que su boca bese hasta la más mínima sombra:
cualquier sueño, cualquier cuello,
cualquier mentira y cualquier espacio;
pero no mi verdad, pero no mis labios.






miércoles, 22 de julio de 2015

Rotación

Ya puedo sentirte aquí, besando mi frente.
Queriéndome sin distancias, sin pensar en el mañana.
Sintiéndome hecha para acomodarme ahí,
donde sea que estén ahora tus brazos sin mí.
En cualquier lugar donde podría mi voz bailar junto a la tuya
algunas de las palabras que repito en mi cabeza
por la mañana, por la tarde y cada noche:
siempre que no estás.

Hasta ese momento en que ya no tenga que esperar,
para lograr convencer a la razón de algo que no entiende el corazón;
porque él ya comenzó a sentir desde hace meses que era feliz
oyendo tu risa que no se deja de reproducir.

Y dentro de la imaginación, la verdad se ahoga de esperanza
junto con la indecisión: tengo tanto miedo de decir que no.
De no perderme en tu música que me canta al oído,
de salvarme de no caer en lo más profundo de tu mirada.
De no encontrarme con lo que buscaba,
mi espacio perfecto que tendré que dejar.
Al que podré querer mientras dure lo imposible,
con la necedad del tiempo, sin reproches,
como cada madrugada el día besa a la noche.
Cuando los ojos no miran y la pasión lo es todo
cuando se escuchan los silencios al unísono;
para hacerse uno solo antes de percatarse
de que su luz alumbra distintos polos.

Y la teoría, una vez más, habrá de manifestarse
tan inadvertida, casi perdida;
que al salir el sol por el horizonte,
nadie habrá visto a la luna alejarse.




jueves, 16 de julio de 2015

Latente

Anoche volví a soñarte.
Esta vez decidí no contártelo, pues te conozco tan poco que temía que no fueras tú, que te hubiera confundido y pudieras comprobarlo.
Y aunque no te lo cuente, lo escribo para que el futuro no lo haga verdad.
Confío en que en una nueva realidad, nuestros labios no se apresurarían como lo hicieron;
en que mi piel sería más sensible a tu tacto y que tus ojos me recorrerían aún más despacio.
No como en otro tiempo.
"Deja de recordar, deja de recordar..."... silencio.

Intenté apartarte sin justicia.
Guardarte en la memoria que día tras día está más perdida
y que por sí misma se olvida.
Pero era inútil, o excelente, mi intento: mediocre, cerraba los ojos y aparecías.
Dibujándote como historieta muda, repetías las palabras que ya no escuchaba
pero que respondí hace unas horas desde mi cama.

Así pasé el día, sin más compañía que la mía.
Y regresé a casa, antes de que el atardecer me diera la espalda.
Calma, todo era calma.
Hasta que el camino se elevó por el puente cotidiano que,
por ese momento, no quise que terminara.
Conforme subía, fuiste apareciendo en el cielo.
En ese que me contaste tuyo hace poco, que había atravesado las horas contadas
y ahora preciso se pintaba en este lienzo.
Tú, sin decir nada, reproduciendo las siguientes escenas de la historia en la pantalla de mi mente.
Nuestras miradas se acercaban,
el cielo permanecía a la expectativa del nuevo recuerdo que ya de ti tenía.
Ya sin prisas, con las luces prendidas.
Sin escapar y sin acciones medidas.

Por esos segundos no sentí que mi cuerpo acelerara.
Durante el resto del trayecto, una sonrisa no se borraba.
Se reía descarada, cómplice de lo que ya sabía y que por fin reconocía:
que quizás podría olvidarme de cualquier sueño,
pero no de un beso como esos.

sábado, 20 de junio de 2015

Empezó a llover

Me refugié en lo poco que me quedaba,
en lo que nada me preguntaba.
En lo que vendría después,
en lo que sabía hacer bien.
Junto con las bromas que podrían hacerme olvidar
Que hace sólo tres minutos ya lo había perdido todo.
Que me había quedado con este pedacito de mí,
este que por las noches, en la mañana y a cada vacío de la tarde 
me pregunta por ti.

Quería que me vieran desecha, así.
Que alguien intentara parar mis lágrimas,
remediar lo que no tenía otra respuesta más que ser su propio fin.
Pero hoy volveré a cerrar los ojos,
antes de que las tres de la mañana me anuncien que ya es más que madrugada.
Para encontrarme con los poemas de tu mirada
los que escribiste en mi cuello y se tatuaron en mí por completo.

Y el amor despertará y me sentirá lejos.
Me preguntará qué estoy haciendo y las razones de mis desvelos.
Yo secaré el cielo y ocultaré lo que estoy escribiendo,
y volveré a su lado para no dormir de nuevo.
Para seguir pensando que desde aquel momento,
el que me supo a todo pero no a un hasta luego,
ya te echaba tanto de menos.

sábado, 14 de marzo de 2015

En éste momento

Le conté tantas cosas.
Y muchas de ellas, sin palabras.
Me escuchó con su mirada
y sus manos dibujaron para que continuara.
Hoy a eso sabe la lluvia de la mañana.
A las conversaciones bajo luces
que dilataban las pupilas,
que a los besos dieron valentía.
Lluvia que caía en gotas de libertad,
aprisionada en el calor de sus brazos,
en su piel, elevando la temperatura,
en el vapor de su humedad.

¿Sentirá su cuerpo ese vacío?
Donde habitaba lo que abrazó de mí.
Esa parte que ahora me falta;
la que aparece cuando al cielo alzo la mirada.
Cuando las nubes se cierran sobre mi calma,
Cuando las gotas de recuerdos empapan.
Y las siento,
y te pienso,
y te siento;
y en éste momento,
me faltas.

sábado, 28 de febrero de 2015

Sintonía

Ella es hermosa.
Y no sólo porque la mires o te haga sentir mariposas.
Es esa manera en que admiras su belleza y no piensas en otra cosa.
Escribes su nombre en tu cabeza.
Cada letra se pronuncia como notas en sintonía.
La miras, ¿qué miras?
Piensas que algún día quizás la quieras.
Y el mundo no se detiene,
y el tiempo no corre más deprisa.
Mas tu corazón hace ambas cosas y se dibuja una sonrisa.

lunes, 23 de febrero de 2015

Fiebre

¿Por cuánto tiempo intentamos huir?

De las sonrisas, de las palabras claras.
De las miradas cómplices en medio del silencio.
Del contacto innecesario
que no pudo ser ignorado.
De tu simple necedad de tenerme cerca,
de asegurar mi sonrisa con la tuya,
de mantener la distancia
pero también tu mirada.

Y por esa noche fue difícil creer,
que nuestras manos estuvieran tocándose otra vez.
Que nuestros ojos brillaran bajo esa luz casi nula.
Que nuestros cuerpos, apartados de la música,
escucharan las voces de los corazones latir.
Diciendo lento, en un susurro casi inaudible,
que morían desde hace meses por volverse a unir.

Ayer

Aún no encuentro la manera de decir que no,
de marcar el tiempo con un último beso,
no para detenerlo, sino hacerlo eterno;
y en medio de sus brazos,
desaparecer.

Forastero

Hoy me siento lejos de lo que fui.
De lo que escribí, de lo que viví.
Hoy desde mi vagón miro el paisaje.
(Tal vez perdí mi equipaje)

No conozco el nombre de mi acompañante,
pero no me incomoda, no es relevante;
cuando él abra los ojos ya estaré en algún otro viaje.

Y si se bifurcan las vías,
y si quiero bajarme,
lo haré ya sin pensarlo, sin preocuparme.
Llevando el latido a ritmo, desorientarme.
Sin tener que contar mis pasos,
con el mapa de mis manos,
con una rosa de los vientos
sin lis ni norte; sin direcciones.

Descubriré que no hay repeticiones.
Que todo camino ya es distinto
cuando uno ya no es uno mismo,
cuando el verde es amarillo,
cuando no existen estaciones.

Que el atardecer deja de repetirse
al dejar de contemplarse
por ojos hartos de no ser tacto,
de no ser sol y en él querer fundirse.

Y mientras en el suelo me pierdo,
me encontraré volando.
Siguiendo el llamado de alguna luz que he inventado.
Para jamás encontrarla,
para seguir buscando.






domingo, 1 de febrero de 2015

Progresión

Procesos que viven dentro,
que no vemos y que, como nosotros,
se miran cada mañana en el espejo.
Aunque durante la noche ellos
no hayan cerrado los ojos.

Esos que como cualquier enfermedad,
viven en nosotros.
Que se incuban, que no sentimos,
hasta que después de cierto tiempo
se manifiestan en nuestros sentidos.

Procesos a los que nos sometemos
inconscientes del cambio.
Drogados de emociones, alucinados.
Esos que nos infestan, que nos consumen.
Que se manifiestan en risas, en caricias frías.
En sollozos desiertos, en camas vacías.
Que se desbordan, que se contagian sin mesura
con la consciencia del crecimiento,
con la ignorancia del peligro, sin control.
Sin conocer la existencia de algún medicamento
que suprima las fallas o el posible dolor.

Procesos inadvertidos
que comienzan un día en alguna oficina.
En alguna fiesta ebria de conversaciones abiertas.
Que se cocinan en el camino al trabajo
entre el tumulto de algún subterráneo.

Procesos que por las calles
a media noche van de la mano
bajo luces artificiales
que caminan cuadras y aceleran el paso.
Esos que se abandonan en la distancia,
que son hermanos de los que se guardan
en lo más profundo de dos almas.

Procesos que llevan el nombre de mil palabras
y de todas las que faltan.
Que le apuestan a los favores, a esa mirada.
A las respuestas y a cada "gracias",
a las acciones desordenadas
y a las señales claras.

Procesos que viven su propia vida,
que florecen más allá de sus murallas.
Que inofensivos, a veces dañan.
Y que un día, después de hacer tanto ruido,
sin apenas emitir un sonido,
y quizás sin saber del mañana;
mientras dormimos, mientras vivimos,
sanan.













domingo, 18 de enero de 2015

Prisión voluntaria

Vivo libremente condenada
a esta vida de rima
de armonía que calma
que lo toca todo y no me quita nada.

Vivo así, a la expectativa.
De en cualquier instante por ella verme poseída.
De tener que interrumpir mi rutina
para dejarla salir, consentirle desnudar mi alma,
evitando la gravedad sin distorsionarla.

No te preocupes por la poesía, que no es mía.
Soy sólo su herramienta, su pincel.
La autora de obras que llevarán mi firma, pero yo no pinté.
Soy su puerta hacia la realidad,
a la codificación de sus turbulencias,
a la traducción de ellas.

Que no te sorprenda encontrarme enamorada,
presa de estrofas que me tienen encerrada,
buscando puertas, dibujando ventanas;
en medio de algunos labios, besando historias nuevas.
Provocando caricias que inspiren una noche eterna,
para derrochar con delicadeza la pasión que no espera.
Para hartarme de pertenecerle en mis horas más sinceras;
y si tengo algo de suerte, escribir otro poema.




A quien corresponda

Me he percatado poco a poco de lo que está sucediendo.
De que no todos los encuentros son tan ligeros.
De que algunos, en vez de comenzar en silencio, inician con un beso;
y de que no todos terminan propiamente en un hasta luego.

Te conocí en un beso y al mismo tiempo me fui perdiendo.
Me di cuenta de que una caricia fría,
no transmite vida; sólo alegrías vacías.
Y en medio de ese desconcierto, comencé a leerte.
A comprender lo que no leen los labios cuando oscurece;
a descifrar las palabras que por estar encerradas, sólo callan.
Que se condenan solas a su destino inminente,
tras noches erróneas de besos indelebles.

Y ahora, cuando escribo, espero escribir más como tú.
Haciendo referencia a alguna palabra que leí entre tus notas, tu boca o tu voz.
Busco que mis letras sean algo cercanas a algún poema que ahora lleva tu color;
a tus fotografías, a tus ideas y a lo que sé de ti.
¿Será que sé mucho de ti? No sé, pero me gusta pensar que sí.
Así como me gusta dejar en blanco el espacio de lo que piensas de mí.
Porque ya es tuya la confianza para dibujar en él con libertad.
Para guardar lo que quieras, sin importar qué sea;
de cualquier forma, no voy a entrar a descubrir.

He decidido quedarme aquí, con ésta caja vacía.
Que está abierta a todas las palabras, a tu sonrisa fortuita.
A encontrarse con tu mirada rodeada de historias,
para despejarme de cualquier duda y entrelazar la mía con la tuya.
Aunque dure un instante, y aunque intente alejarme,
tus huellas en mis hojas ya han logrado marcarse.
Ya son parte del otoño que dejará ramas secas,
el que observaré de lejos sin evitar recordarte.
Y que será tan mío, que tal vez se convierta en mi mejor obra de arte.



sábado, 3 de enero de 2015

Locura

Dos riendas que luchan por controlarse la una a la otra,
por mantenerse fuertes, por no perder la cordura.

De verdad parecen ser tan diferentes,
cuando el corazón le pregunta a la mente
por qué ya no puede quererte.
Pero no entiende de argumentos,
¿qué hará con tanto amor,
con la idea de perderte?

Le pregunta si tendrá que cerrar los ojos
ante cada sonrisa tuya,
ante esos ojos tuyos;
para evitar no encontrar la mirada
que antes en ellos buscaba.
La que mi piel erizaba
la que mi boca callaba.
La que a mí sabía y que quizás ahora
por otros paisajes ya esté perdida,
y ya no me mire,
y ya no sea mía.

Hola (:

Hace unos días empecé a mover estas palabras a un nuevo lugar, y también a escribir nuevas por allá. Así que, si me quieres seguir leyendo, ...