lunes, 7 de septiembre de 2015

Tenerte

Recuerdo, te miro y me miro.
Reconozco una sonrisa que en mí no había visto,
que comenzó en mi cabeza y se extendió por todo mi cuerpo.
¿Quién es ella? No sé, pero me acostumbré a sus nuevas ideas.
A su manera de ser, de hablar, de reír.
A sus pausas, a sus pasos y a sus sentimientos descalzos.
A ignorar el frío y a querer sus cambios.
A ver de lejos tus reflejos en ella
y a no hacer más que quererlos cerca.

Me convertí en otra cosa, en otra alma, en otra existencia.
¿Sabes cómo se recuerda lo invisible?
Lo que a simple vista no se observa,
que se queda en la piel al más leve contacto,
a cada beso sin otro color
más que el del amor.

No te guardo en otro lugar más que en mi piel desnuda,
en el estado más claro y profundo que fui a tu lado.
Ya sin bolsillos, sin flores ni materia.
Sólo en tu olor, en nuestra música
y en el sonido de quererte.
(Nunca creí mucho en la suerte)

Te llevo en tus palabras y otro poco en las mías,
que llegaron a ser las mismas.
En las miradas efervescentes y
en mi cobardía de apartar la vista,
para no verte de frente y después volver a perderme.

Te guardo aquí, en mi poca cordura,
cuando entre sueños todavía rodeas mi cintura.
Encendiendo esta sonrisa que entre mis labios sabe tan tuya,
y que podría dormirse fácilmente aunque ya no despierte.

Ahora sigo sin saber bien qué tan a ciegas
avanza esta enfermedad llamada tiempo
que dibuja y borra líneas;
pero esta vez no son cicatrices,
pues no dejó ninguna de ellas.
No dejó más que lo que te cuento,
que eso ya lo es todo: manos, labios, tú por completo.
Aún sin el millón de besos que quedaron en el aire,
que volarán hasta el momento de volver a verte,
de volver a pensarte, a tenerte
o a perderte.

Hola (:

Hace unos días empecé a mover estas palabras a un nuevo lugar, y también a escribir nuevas por allá. Así que, si me quieres seguir leyendo, ...