domingo, 20 de septiembre de 2015

Hiriente inocencia


"Hola."

El mensaje que leo sin leer, y que podría dejar así no sé cuántos más.
Y, sin embargo, lo vuelve a hacer. Pasa un mes, o más, o menos, y me escribe otra vez. Un saludo que no planeo responder. No sé por qué, pero no lo haré. 
Mi interés está tan volado porque no ha sido creado, que no siento la más mínima culpa de dejarlo así, inmóvil. Como si una voz en medio del bosque pronunciara un nombre en voz alta y ni el eco lo escuchara. 

Y aunque no me importe, me parece inútil. Mientras mi cerebro trabaja, otras ideas se generan en la acción de encontrarle sentido a su palabra continua, a su saludo ciego, ya predestinado a ser ignorado; teniendo ese pequeño destino en mis manos.

Qué imbécil, qué perdida de tiempo que quizá le sobra. 
Llevo ya un par de años sin verlo, aunque nunca hemos sido parte profunda de la vida del otro; apenas pienso en algunos adjetivos que describan la superficie que recuerdo de él. Pero da igual, no importa, no me importa. Lo escribo así, con claridad, sin dobles intenciones y sin otro sentimiento más que honestidad.

Pero si tuviese yo el tiempo o la voluntad para discutir sobre un tema tan irrelevante y pasajero como éste, me tomaría un momento para discutirlo contigo. Claro, si tuvieras tú el tiempo o la voluntad de querer saber porqué hago yo lo mismo contigo.

Si quisieras comprender si es más estúpido lo que hago o si lo opaco con mi resignación al descuido. Si es que, como yo, no supieras por qué sigo tocando a la puerta del departamento vacío donde volaste conmigo a cielo abierto y sin apenas destender tu cama. Si acaso te preguntaras por qué seguiré llamando al número que ya dejó de ser tuyo para no decirle ni una palabra al buzón que, desde hace tiempo, ya rebosa de mis mensajes de voz. Y tu voz, tu voz, que automáticamente me dirá lo que ya sé, que estás ocupado, que me dará la última opción de "...deja de llamar si te has equivocado."

Aunque, después de todo esto, no tendría que pensar en explicaciones ni argumentos y cancelaría entonces por completo la idea de una conversación como esta. Pues comprendo perfectamente la actitud masoquista y tonta, avergonzada y esperanzada, que intenta aceptarse a sí misma al manifestarse; aunque no la escuchen, no la vean, no la sientan: aún peor, ni siquiera la ignoren.

Pero aún me quedan otras alternativas, confío en que la música vivirá un par de años más en tus oídos y bailará en tus emociones. Que habrás de recordar aunque sea la primera letra de mi nombre cuando mires esa película, donde el nombre de la protagonista lleva esa primera y las cinco consecuentes.

Espero también, un poco, tal vez, que los espejos que mires te recuerden a estas dos esferas que ya no te reflejan desde hace un largo ayer. Donde los colores y tonos de nuestros ojos se decoloraron y atravesaron la piel, que la recorrieron recolectando tus lunares pero se rindieron antes de llegar a tus pies. 

Qué idiota ese afán de hablarle a la pared. De abrazar cuerpos fríos, de besar el vidrio, de hacerlo añicos y querer volver a hacerlos copa para beber.

Beber, reír, beber, y olvidarte otra vez.






"De vez en cuando estás tú
entre mis letras, entre mis labios,
entre mis nubes y entre mis piernas:
Negando tu inocencia."

Hola (:

Hace unos días empecé a mover estas palabras a un nuevo lugar, y también a escribir nuevas por allá. Así que, si me quieres seguir leyendo, ...