miércoles, 9 de diciembre de 2015

Navegando en la duda

Quiero consultarlo primero con la almohada, dijiste. Obviamente no estuve de acuerdo, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Me hubiera encantado ofrecerte mi pecho para que descansaras tu cabeza sobre él y junto con el sonido de sus latidos viajaras por un mundo onírico en el que no tuvieras que tomar "esa" decisión. Demasiados hubieras en una misma idea.

Me pregunté qué pasaría si cambiaras de opinión. Si la duda se apoderara de tus argumentos; o si, quizás aún peor que eso, te liberara de todo miedo y te hiciera quererme menos, irte lejos, empezar desde cero.

Quisiera entonces poder ir contra mis sentidos, llevar tu libertad de la mano, quitarle la venda a la justicia y cubrir tus ojos con ella. Para tenerte siempre cerca e inventarle un camino a tus pies descalzos, para evitar la distancia y sus posibles daños.

Pero si eventualmente decidieras comenzar de nuevo, me gustaría que me encontraras en la sonrisa de algún desconocido sentado en el Café del Centro, que me recordaras cada vez que el viento te despeine con mi recuerdo, espero que en las noches al cerrar los ojos y ver los míos sueñes con la vida a mi lado, y al despertar cada mañana te haga falta mi calor en tu lecho.

Espero que te acostumbres al sonido de mis pasos detrás de los tuyos vagando, esos que no quiero dejar pasar de largo. Los que deberían detenerse en medio de la gente, de cualquier espacio, sólo para frenar el tiempo y sentirte entre mis brazos.

Desearía no tener que imaginar cómo sería perderte gota a gota, así, tan despacio. Ver cómo se hunde tu risa y esa perfecta sonrisa que me diste en marzo. Y que el mar no siga el ritmo de mis olas al rozar tus labios; mientras el sol se olvida de los tonos de tu piel y los irradia con otros nombres al amanecer.

Y al mismo tiempo me gustaría que así fuera. Que te dejaras acariciar por otros dedos, que otra boca recorra cada centímetro de tu cuerpo, que te erice la piel una voz con otro acento, y que pienses en mí y sepas que estoy en esa cama, en ese preciso momento, en el más secreto de tus anhelos, profundo, despacio, inmóvil, espiando, seguro de que mi nombre acaricia tus labios y coquetea con tu aliento.

Que se detenga el tiempo y se frene el viento. Que nuestros latidos retumben al unísono en tu pecho, y mientras dibujas una sonrisa en el cielo se te escape la pañoleta del cuello y rehaga tus pasos hasta volver a mi lado, trayendo consigo los aromas de marzo, el sudor de tu cuerpo acalorado y la respuesta a esa pregunta que aún no has contestado.

Y aunque así pasen el amanecer o los años, o así llegue el día en que tus caricias se agoten en todos los espacios; mi esperanza posee aún un dejo de razón y tendrá que alimentarse de algo más que de la locura que encontró en tu cintura. Podrá ser entonces que una mañana me encuentre a orillas de la cordura, cansado de seguir navegando en la duda.

No pretendo que me extrañes ni que pienses en mí en todo momento, tampoco espero recibir postales que no merezco; tan sólo quiero que en tu mente viva mi recuerdo como eso que ahora somos, algo más que nada, pero menos que todo lo que, de haber descansado tu cabeza en mi pecho y haberme dejado tomar tu mano, quizás ya nunca seremos.








Gracias inmensas, Rafa Gómez, por combinar tus palabras con las mías y darle vida a esta historia que escribimos en no sé cuántos días. Valió mucho el tiempo de espera en que llegó la inspiración para poder unir así las letras.

Un abrazo enorme,
Ren.

Y a ustedes, lectores, los invito a que se busquen en las historias de Rafa, o que dejen todo el miedo y se pierdan un poco más, hay mucho que encontrar.

http://rafagomz.blogspot.mx/




Hola (:

Hace unos días empecé a mover estas palabras a un nuevo lugar, y también a escribir nuevas por allá. Así que, si me quieres seguir leyendo, ...