No diré que te extraño
porque en realidad no lo hago.
Porque ya no sé muy bien quién eres,
y sé que tú tampoco me reconocerías
si me cuelo en tu mente,
si mi voz cantara tu nombre
o si mis dedos acariciaran tu frente.
Maduraron las ilusiones.
Empezaron a soñar con realidades recurrentes.
A diario me dictan una historia que ya no te contempla,
que se cansó de inventarte excusas, espacios blancos,
donde escribirías una tarde: "No dejo de pensarte",
que se escondiera en un "¿dónde has estado desde ese verano?".
Y aunque no te extraño, quisiera encontrarte.
Pero ya no creo que exista un camino que siga tus pasos.
Sería un intento de llegar a quien creo que eres para vagar un rato,
para llegar a ningún lado.
Para perderme, para perderte; por días, semanas y meses.
Hasta que me encuentre una vez más
de camino a casa manejando.
Y cruces en silencio la calle del recuerdo
y me dejes aquí, mucho antes de que cambie la luz roja;
llevando mi corazón a un lugar lejano
donde sé que no estamos,
donde no hayan pasado los años,
donde pueda tocarte y besarte despacio,
donde jamás fuimos extraños.