miércoles, 7 de marzo de 2018

A cuentagotas


Me hace falta escapar.
Quitarme los zapatos,
vaciar mi cuerpo de ideas
y empezar a respirar.

Correr sobre la tierra fría
sin llegar a sentirme libre todavía
pero ya sin miedo, sin recuerdos.
Sin fantasmas de lo que fue,
de lo que ya no tengo,
de quien fui,
de lo que sentí,
de lo que perdí.

Quiero escuchar lo que tenga que decirme el silencio.
Sin tener la obligación de contestar lo que pienso.
Sin tener que mentir, sin ahogar al corazón en la rítmica obligación
de controlar su sentir, de mantenerse en calma cuando muere por latir.

Voy a llegar tan lejos hasta encontrar el final,
ése lugar donde sienta que todo vuelve a comenzar.
Hasta que el camino se bifurque, se eleve hasta el cielo o se funda en mar.
Hasta que me muestre que estoy lista para evolucionar.
Para una metamorfosis perfecta en la que mis pies se separen de la tierra,
con la que el aire abrace lo esencial que me mantenga etérea.

Y ahí, en ese momento, rodeada de perspectivas nuevas,
alcanzar a recordar vagamente lo que era.
Una cascada de incertidumbres, emociones volubles y heridas abiertas.
Ahora agua dulce que lo ha curado todo para alimentar el cauce del mundo.

Detenerme un instante para llenar mis pulmones de conclusiones certeras.
Para entender que aunque quisiera regresar, para mí ya no hay espacio ni posibilidad.
Que las hojas que pisaría al volver atrás ya le pertenecen a otro otoño,
a otras huellas que recorrerán otro andar.
Que las nubes tomaron formas y las siguieron las sombras.
Que se llenaron tanto de lo que en la atmósfera encontraron y no pudieron más.

Que yo, como el viento, desordené de los árboles sus copas,
lancé advertencias dolorosas como truenos,
y en un último respiro profundo,
cuando todo se helaba en la oscuridad,
liberé mis puños, abrí los ojos,
y me dejé llover.

Así, palabra a palabra,
a días y a recuerdos,
a besos, a cicatrices,
a ilusiones, a fragmentos,
a nombres, a promesas y a versos.

Dejé ir cada cosa para que volviera al viento,
al arroyo de donde alguna vez lo bebí todo con sed de alegría.
Me liberé de lo que apreté tanto, pero no me pertenecía.

Y así, a cuentagotas, me diluí cristalina,
en una nueva corriente que me invitaba a ser feliz,
a desenterrar mi raíz,
y me dejé fluir.










Hola (:

Hace unos días empecé a mover estas palabras a un nuevo lugar, y también a escribir nuevas por allá. Así que, si me quieres seguir leyendo, ...