¿Cuánto tiempo le toma al mar
llenar las nubes de tormenta
para hacer romper sus olas
en mis pestañas de sal?
Porque aquí,
en fiel compañía
de la oscuridad y de mi soledad,
me he encontrado extrañando
una vez más,
lo que se llevó la marea,
eso que no volverá.
Y es que llorar,
aunque no todos lo sepan apreciar,
es una forma de amar especial.
Como lo es tomar una piedra en la arena,
una concha o un viejo cristal.
Un tesoro que sólo a ciertos ojos
logrará su brillo mostrar.
Un recuerdo que creímos perdido,
pero que el ciclo infinito
en su ritmo perfecto
nos hará reencontrar.
En medio de noches de lluvia inquieta,
en una madrugada, justo como esta;
entre lamentos y suspiros,
agradezco que me quede eso,
el recuerdo.
Y este espacio tan grande en mi pecho,
a veces tan lleno de sentimiento,
he aprendido a vaciarlo
para dar lugar a la calma.
Pues aunque el mar parezca eterno
y se una al horizonte al alba;
estas gotas, esencia de mi alma,
quizá ahora a alguien más le hagan falta
para salvar, guiar o navegar su barca.
Ya las traerá de nuevo la marea alta.
Que si algo he aprendido
desde que se enciende el sol,
y hasta que se apaga;
dando inicio a la noche
y a mis certezas más claras, es:
todo lo que parte del amor,
siempre regresa al corazón.
02 de julio 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario